Un ajuste ministerial para proteger la figura del Presidente 
- T+
- T-
El primer ajuste ministerial de la actual administración, a menos de cinco meses del arranque, se produce en medio de encuestas que muestran una caída de popularidad del presidente Sebastián Piñera. Es un dato indesmentible.
Pero no se trata de una baja dramática en las mediciones, por lo que existe un segundo elemento que explica la decisión del jefe de Estado. El ajuste ministerial –importante, porque toca una pieza clave como Educación, pero solo un ajuste–, responde al fin de una etapa de acomodo en el equipo de gobierno. El Presidente habría llegado a la conclusión de que dos de sus ministros no estaban dando el ancho en tres líneas: gestión política, ejecución del programa y desempeño comunicacional.
Para nadie es un misterio que el exministro Gerardo Varela agotó rápidamente su capital político con declaraciones desafortunadas. La figura de sus hijos campeones, su mirada respecto acerca del lucro y la crítica frase de los bingos, que penetró con fuerza al tocar una fibra sensible para las familias chilenas. Lo de los bingos fue nefasto para el gobierno y lo demuestra el hecho de que la expresidenta Michelle Bachelet, en su primera entrevista luego de dejar el poder, señaló el miércoles: “Nosotros creemos en el rol del Estado y no en bingos”.
Pese a tener una agenda clara en materia de calidad de la educación –el caballo de batalla del gobierno en esta área–, con este escenario era poco lo que Varela podía hacer. La llegada de Marcela Cubillos da cuenta de que Piñera quiere más política en este tipo de ministerios tan expuestos. Lo de ella es claramente un ascenso.
La salida de Alejandra Pérez de Cultura se explica por la misma conclusión presidencial. La ministra saliente no habría logrado sacarle brillo a una cartera que, en el papel, debería ser surtidora de buenas noticias para el gobierno. Tuvo, adicionalmente, conflictos para armar equipos y en el Ejecutivo no pasó inadvertido que en cinco meses haya tenido igual cantidad de jefes de gabinete. Junto al ministro de Agricultura, Antonio Walker, era la única del primer gabinete con cercanía a la DC, lo que no le fue suficiente para mantenerse en el gobierno.
En esta segunda administración de Piñera, a diferencia de la primera, se advierte la puesta en marcha de un diseño político que apunta a mantener arriba su nivel de apoyo. La rápida reacción a los fenómenos emergentes, como las demandas feministas, fueron la expresión de cierta convicción del Ejecutivo: para lograr impulsar una agenda y alcanzar acuerdos se requiere un Jefe de Estado razonablemente popular, sobre todo en un sistema presidencial sin mayorías en el Parlamento. Este ajuste de ministros responde al mismo objetivo: corregir a tiempo para impedir que los errores de algunos ministros lleguen a dañar al propio Piñera.
En esa línea, llama la atención que el Presidente no haya sacado al ministro de Salud, Emilio Santelices, otro que de tanto en tanto pone en aprietos a La Moneda. Lo que lo habría salvado es su gestión: estaría logrando de manera clara reducir las listas de espera. Algo parecido sucedió con el ministro de Economía, José Ramón Valente. Piñera tendría el diagnóstico de que el equipo económico está dando pasos correctos en materia de crecimiento, aunque los efectos se estén demorando en llegar a la ciudadanía.
Otro tema es el momento del cambio: ¿por qué Piñera lo hizo ahora cuando con Varela hubo tantas oportunidades? Justo por esa razón: porque fueron reiteradas y no supo salir de sus polémicas, con lo que la gestión en Educación –con planes ambiciosos en materia de calidad y educación técnico-profesional– quedó relegada a un quinto plano. La caída de Varela a raíz del bingo arrastró al resto del gabinete y al propio Presidente. Y si el Presidente se vuelve impopular, sus posibilidades de éxito son acotadas.